Interpretación de símbolós aborígenes



Por: Carlos Martínez Palmer

Claves para identificar tres personajes mitológicos asociados con el huracán


Los aborígenes que se desplazaron desde las selvas del Amazonas hacia las Antillas hace miles de años nunca se imaginaron los peligros que enfrentarían en el nuevo entorno caribeño. Allí, en cualquier punto de las islas antillanas, podían ser golpeados por una fuerza maléfica que, en un lapso relativamente corto de tiempo, triplicaba la fuerza del oleaje marino, desbordaba los ríos de la comarca, inundando costas y valles, echando a perder toda sus cosecha, arrancando de raíz los grandes árboles y destruyendo a su paso toda edificación, puente o camino, dejándoles vulnerables a perecer ahogados o ser aplastados bajo una multitud de escombros. Aquel extraño maleficio podía durar unas pocas horas, pero sus efectos perduraban en la psiquis del que lo experimentaba, al punto de que cualquier mal, cualquier desgracia que se le presentara en el futuro, estaría siempre asociada con aquella fuerza, fuente de todo mal.


La aparición de aquel maleficio estaba circunscrita a una época específica del año, podía surgir a partir de la 6ta creciente lunar, pero su calendario podía extenderse durante seis lunas adicionales, hasta finalizada la 12ma creciente; por tanto, había que estar siempre en guardia, aquella fuerza podía entrar a las islas de forma súbita e imprevista, con ventarrones de norte a sur, de este a oeste, o de todos los confines del horizonte simultáneamente, razón por la cual los aborígenes se la imaginaron como un engendro con brazos y patas gigantes, que giraban indistintamente en una dirección u otra, golpeando primero con un brazo, para luego de una pausa, sacudir el otro con igual fuerza destructora. ¿Cómo habrían denominado los aborígenes a aquella fuerza tan amenazadora? ¿Cómo le habrían representado en el arte aborigen? —nos preguntamos.


Desconocemos cuál haya sido el apelativo que le dieran los primeros pobladores del Caribe (los Arcaicos y los Saladoides), pero seguramente habría sido algo parecido al término ‘Juracán’ con que le siguieron llamando los aborígenes que le sucedieron siglos después, y como seguimos llamándole los nativos de estas tierras. Cuentan los cronistas europeos que convivieron entre los aborígenes del Caribe, que éstos identificaban aquella fuerza mayor con el nombre de ‘Guabancec’, una deidad femenina que “cuando se encolerizaba hacía mover el viento y las aguas y echaba por tierra las casas y arrancaba los árboles.” Según la mitología aborigen, aquella señora de los vientos no actuaba sola en sus faenas destructoras, ya que contaba además con un par de ayudantes igual de infames, el primero encargado de desatar los truenos y relámpagos que anunciaban el arribo de la suprema deidad, mientras que el otro completaba la destrucción masiva, con el desbordamiento de ríos y quebradas, luego del paso de los vientos. Guabancec era, entonces, la fuerza mayor encargada de los vientos tormentosos; y sus ayudantes ‘Guataubá’ y ‘Coatrisquie’ les correspondían los truenos, relámpagos, y las inundaciones.


No estamos seguros de la fisionomía exacta de estos tres entes del panteón aborigen, pero no es difícil imaginar a Guabancec como un personaje grande, temible, cruel e indómito, de ceño implacable y dentadura feroz, y a su par de ayudantes como engendros de menor tamaño pero igual de destructivos y temibles; posiblemente representados como una pareja de hermanos, gemelos quizás, tal como aparecen en otras instancias importantes de la mitología del Caribe. Siendo ‘Juracán’ un fenómeno tan amenazador, sería lógico también suponer que existieran imágenes suyas entre los objetos arqueológicos que han llegado hasta nuestros días, por lo que nos preguntamos nuevamente, ¿cómo habrían de representar los aborígenes a una fuerza tan compleja como el huracán? ¿Qué atributos le habrían asignado a este personaje, a diferencia de otros entes de la mitología del Caribe?

La Espiral Sigmoidea

 

La composición predominante en el arte indígena combina espirales que giran en sentidos opuestos (A-B), es decir, en contra y a favor de las manecillas del reloj, tal como se dan en estos fenómenos naturales de la región caribeña.


Existe un diseño que, a nuestro juicio, pudiera tener una conexión con los vientos huracanados. Nos referimos a la espiral sigmoidea que parece un par de cuernos retorcidos unidos a un eje central o una hélice que se enrolla y desenrolla desde su propio centro, muy similar al comportamiento de las ráfagas huracanadas. Un diseño tan versátil como este no pasaría inadvertido por los aborígenes del Caribe, permitiéndoles trazar vientos en una sola dirección (A) o (B), es decir, en contra o a favor de las manecillas del reloj, o por medio de secuencias de espirales que giran todas en una misma dirección (AA) (BB). Igualmente les permitiría representar vientos en todos los sentidos a la vez (A-B) (B-A), tal como ocurre con estos fenómenos naturales de la región caribeña. Las colecciones arqueológicas del Caribe antillano que hemos estudiado reflejan por lo menos tres composiciones de espirales sigmoideas. Hay piezas con secuencias de espirales que giran en contra de las manecillas del reloj (AA); en otras, las espirales giran a favor de las manecillas del reloj (BB), y una tercera composición, predominante por demás en el arte aborigen, combina espirales que giran en sentidos opuestos (A-B).

 

Los objetos arqueológicos que representan a la señora ‘Guabancec’ llevan juegos de espirales que giran en ambas direcciones (A-B) o (B-A), y la identificación femenina de la representación se logra con la adición de un ícono en forma de vulva.

 

Mi hipótesis es que la señora Guabancec la identificamos en la combinación de espirales que giran en sentidos opuestos (A-B) o (B-A); y a cada uno de sus ayudantes lo identificamos en objetos arqueológicos que tienen dos o más espirales juntas girando en una misma dirección (AA) (BB). La combinación (AA) le correspondería al señor de los truenos ‘Guataubá’, y con la combinación (BB) identificaríamos a ‘Coatrisquie’ y sus inundaciones. En aquellos objetos arqueológicos donde se representa la pareja de ayudantes juntos, bastaría con incluir el juego de espirales (A-B) para identificar el tema de la pieza con el huracán, pero si observamos detenidamente todos sus detalles notaremos que en algún lugar de la pieza aparece la combinación (AA) o (BB) que caracteriza simbólicamente a los ayudantes de Guabancec.

 

Las piezas arqueológicas con espirales que se repiten en una sola dirección representan a los dos ayudantes de la señora ‘Guabancec’. La combinación de espirales que giran hacia la izquierda (rojas), representa a ‘Guataubá’, el pregonero, señor de los truenos y los relámpagos.

Hemos identificado el motivo sigmoideo en por lo menos cuatro docenas de objetos arqueológicos del Caribe: en ídolos de la cohoba, en asientos ceremoniales, trompetas, sonajeras, hachas, ídolos de tres puntas, espátulas vómicas, burenes, urnas funerarias, pectorales y en pequeños idolillos de uso personal. En todas estas piezas arqueológicas hemos observado la existencia de una norma en cuanto a las composiciones de sus espirales sigmoideas. En aquellas piezas donde se representa a una figura fémina solitaria, generalmente se utilizan combinaciones de espirales que giran en sentidos opuestos (A) (B) que asociaríamos con la fuerza mayor del huracán ‘Guabancec’. Si la pieza representa a un varón solitario, las espirales podrán girar en sentidos opuestos (A) (B) pero siempre aparece la combinación de espirales (AA) o (BB) que le identificarían como uno de los ayudantes. En aquellas piezas que presentan a dos individuos definidos juntos, éstos podrán tener espirales que giran en sentidos opuestos (A) (B) pero también aparece la combinación de espirales que giran en una sola dirección (AA) o (BB), composición que identificaría a los ayudantes del huracán: ‘Guataubá’ o ‘Cuatrisquié’.

 

La combinación de espirales que giran hacia la derecha (verdes), representa a ’Cuatrisquie’ el otro ayudante de la señora ‘Guabancec’ encargado “de recoger las aguas en los valles entre las montañas, y después las deja correr para que destruyan el país.” 

 

 



En 1947, el investigador cubano Fernando Ortiz señalaba que las espirales en este asiento ceremonial encontrado en la Pataná, Cuba, todas giran hacia la izquierda, “no solo las del lado izquierdo sino las del derecho también, lo cual parece indicar que esa dirección siniestra tiene un simbolismo preciso y no es un mero diseño decorativo; de serlo, las espirales del lado derecho se habrían desarrollado hacia la diestra por motivo de simple simetría… ¿Qué significado tendría esa dirección siniestra de las espirales?” —se preguntaba Ortiz— “¿Acaso no confirma esto la interpretación que hemos propuesto de estos símbolos: el rayo cayendo del cielo entre vientos arremolinados del huracán?”



 



De República Dominicana es una pieza arqueológica que ofrece otro tipo de información sobre el uso del motivo de la espiral sigmoidea y su conexión con el tema del huracán. Nos referimos a un fotuto o trompeta de caracol que se encontró en Barreras, provincia de Azua, y que actualmente forma parte de la colección del Museo del Hombre Dominicano. La pieza lleva inscripciones incisas y esgrafiadas sobre la superficie exterior del caracol, representando una figura humanoide con un cuerpo esquemático formado por brazos y piernas que rematan en una serie de espirales sigmoideas. Las espirales principales del dibujo giran en sentidos opuestos, tanto las espirales de los brazos como las de las piernas. Esta sería la señora ‘Guabancec’; con el signo de la vulva tallado entre las piernas.

 

  

Asiento en madera (1413-1455 dC), con 6 espirales sigmoides (A-B) (B-A) asociadas con Guabancec, y el motivo sexual femenino tallado en la nuca. Encontrado en una cueva del yacimiento Blue Hills, en Providenciales, Islas Turcas y Caicos, Colección National Museum of Natural History, Smithsonian Institution, Washington, DC (tamaño ±24” longitud).

 

 


El motivo de las espirales sigmoides formó parte del vocabulario étnico-gráfico de los pueblos aborígenes de las islas del Caribe. En el yacimiento Reef Bay, en la isla de Saint John, Islas Vírgenes, hay un petroglifo formado por dos espirales sigmoides que giran en dirección contraria (A-B), y al verse reflejado en el agua la combinación se transforma en (B-A).

 



Una pieza arqueológica de República Dominicana que refleja el uso de las tres composiciones de espirales, es el cemí trigonolito de San Pedro de Macorix, conservado en el Museo del Hombre Dominicano, que lleva sobre la cabeza dos espirales que giran en sentidos opuestos (A) (B), y a los lados de la pieza aparecen otras secuencias de espirales que giran en una dirección a un lado (AA), y secuencias de espirales que giran en otra dirección (BB) al lado contrario. Obviamente, se trata de uno o los dos ayudantes de la señora huracanada, pero ¿cómo saber a cuál representa? Los brazos que terminan en torrentes de agua son los de ’Cuatrisquie’, el señor de las inundaciones.

 

Hacha mariposoide en piedra, Cultura Arcaica (2000-1000 aC), República Dominicana, Colección Museo Regional Arqueológico Altos de Chavón, La Romana (tamaño L 25cm) ±9.5” ancho. La combinación de espirales que giran hacia la izquierda (rojas), representa a ‘Guataubá’, el pregonero, señor de los truenos y los relámpagos.

 

 

Petroglifos de la Piedra Escrita, barrio Coabey, Jayuya, Puerto Rico (tamaño 8” x 7.25”). La espiral que gira hacia la izquierda (roja), representa a ‘Guataubá’, señor de los truenos y los relámpagos.

 
 
 
Burén de barro procedente de Cuba, con un diseño lineal que se transferiría como relieve en la torta de pan; consiste de dos espirales que giran hacia la izquierda (rojas), y dos hacia la derecha (verdes), diseño que caracteriza simbólicamente a los dos ayudantes de Guabancec (tamaño desconocido).

Comentarios