Sobre cómo sacar el museo del closet: entrevista a Tatiana Muñoz Brenes

Por: Paula María Arribas

PRAN-El pasado miércoles tuve la oportunidad de entrevistar a la curadora del Museo MIO (Museo de Identidad y Orgullo en Costa Rica) Tatiana Muñoz Brenes, con el fin de reflexionar sobre la celebración de Pride y el efecto Trump en el surgimiento de nuevos espacios y políticas curatoriales para y desde la comunidad LGBTTQIA+.

Museo MIO, Costa Rica.


¿Podrías presentarte brevemente?

Mi nombre es Tatiana Muñoz y estudié Psicología e Historia del arte, ambas en la Universidad de Costa Rica. Actualmente funjo como historiadora del arte en curaduría e investigación, pero el marco teórico psicoanalítico ha sido una herramienta útil y necesaria a lo largo de mi carrera.


¿Desde cuándo trabajas en ese espacio? ¿Cómo surgió el Museo MIO?

Yo empecé a colaborar desde hace un año, tras conocer el museo a través de Eunice Báez, una de las fundadoras del proyecto y actual presidenta de ICOM (Consejo Internacional de Museos, por sus siglas en Inglés) Costa Rica. No obstante, el museo fue creado desde 2018 a través de la figura jurídica de la Fundación para la Memoria de las Personas LGBTIQ de Costa Rica, el cual fue un largo proceso inicial y que en este momento me encuentro documentando y creando una biografía o historia del museo. El proyecto fue creciendo y nos hemos ido sumando otres profesionales de distintas disciplinas, estando actualmente el equipo conformado por: Enrique Sánchez, Tamara Gómez, Josselyn Sánchez, Eunice Báez, Luis Salazar, Simón Avilés, Hernán Hidalgo, Keller Araya, Flavio Quirós, Rik Bolaños, Óscar Jiménez, Gabriela Massey y Gustavo Monge.


¿Cómo fue la acogida?

La respuesta de la comunidad LGBTIQ+ ha sido muy positiva, no obstante, hay que matizar un poco más el tema. Aunque de una manera “endogámica” hemos tenido un gran apoyo, aún el museo tiene el reto de salir más del clóset, y con esto me refiero a que necesitamos conectarnos con un público más general, poder trabajar con familias, niños, niñas, adolescentes, grupos heterogéneos, etc., y no quedarnos en la zona de confort que nos brinda la comunidad diversa. En ese sentido muchas proyecciones que teníamos para 2020 se vieron frustradas dada la situación sanitaria global, pues esperábamos celebrar el Día Internacional del Museo (DIM, 18 de mayo) con actividades que capacitaran, por un lado, a profesionales colegas de otros museos en torno a la comunicación inclusiva (pues es importante el compartir con el sector museal costarricense) y, por otro lado, acercarnos al público general en una actividad llamada Expomuseos, en la cual participa buena parte de los museos del país y se entra en contacto con miles de grupos escolares, familias y visitantes individuales. Pero más allá de estos retos pendientes, o de las frustaciones por el COVID, siento que la idea de un museo LGBTIQ+ está resonando en nuestro continente, pues hemos podido establecer conexiones con otros museos latinoamericanos que se fundan con el mismo propósito. Así, esperamos crear una red de trabajo conjunto con nuestres amigues, por ejemplo, del Museo Q de Colombia, el Museo Di de Chile, el Museo de la Memoria LGBTI de Ecuador, el Museo de la Memoria y la Tolerancia de México, y otros que esperamos se vayan uniendo a la iniciativa hasta hacerla completamente internacional.


¿Cuál ha sido el mayor reto de trabajar este tipo de espacio en tu país?

A esta pregunta siempre se puede responder con que los fondos para el sector cultura son insuficientes y es difícil sacar adelante un emprendimiento cultural como el nuestro. Pero más que eso, quisiera resaltar el reto que ha sido el ambiente político desde las elecciones de 2018, y el Museo MIO surge en gran parte como una respuesta a esto. En las últimas elecciones presidenciales y de congreso, Costa Rica experimentó una polarización extrema al haber un ascenso en las estadísticas a favor de un partido ultraconservador, religioso y de derecha, que se calificaría como una ramificación del fenómeno Trump en América Latina que está afectando a varios países de la región, y cuyo ejemplo más claro es Brasil. Costa Rica se fue dividiendo de una manera muy acelerada y visceral, separando grupos de amigues, familias, etc., y principalmente esa fragmentación fue producto del tema de los derechos LGBTIQ+ y el feminismo. Dicho partido ganó la primera ronda electoral, aunque no obtuvo el porcentaje necesario de votos, por lo que se procedió a una segunda ronda, de la cual no salió victorioso. No obstante, sí ganaron una cantidad importante de asientos en el congreso (Asamblea Legislativa), lo cual nos muestra que en Costa Rica mucha gente vio dicho modelo de gobierno como una opción para generar un cambio. Pero un cambio peligroso, donde se buscaba ir en contra de las “ideologías de género” que desarticulaban a la familia tradicional y a los valores más conservadores de una sociedad machista y homolesbotransbifóbica. Eso es un indicador de que, como museo, debemos proponernos informar y educar a la población en temas de inclusión, diversidad y Derechos Humanos.



¿Este espacio ha ayudado a crear debates sobre y desde la comunidad LGBTTQIA+ en el ámbito del arte?

Claro, esto ha sido parte del proceso que hemos llevado. En mi caso particular y a través del museo, estoy desarrollando varias investigaciones en torno al arte queer y la educación artística, tanto desde el punto de vista contemporáneo como desde la historia de arte costarricense. También nos hemos propuesto levantar un mapeo de instituciones, colectivos, organizaciones y demás que se agrupan alrededor de la causa LGBTIQ+, ya que trabajamos con una comunidad “conceptual” y no geográfica. Dicho mapeo, aún en proceso, nos ha dejado con la sorpresa de encontrar alrededor de 100 grupos por la diversidad sexual y de género en un país tan pequeño como el nuestro, grupos con los que buscaremos formar alianzas y trabajos conjuntos. El año pasado MIO organizó un conversatorio muy interesante que puso sobre la mesa temas urgentes de cuestionarnos en el sector artístico. Nos acompañaron Roberto Guerrero (quien con su obra conceptual y lúdica parodia la masculinidad heteronormativa), Sussy Vargas (quien ha investigado a fondo el tema de la homosexualidad y el lesbianismo en la historia del arte costarricense) y Natalia Porras (actriz y artista visual trans). Esa actividad fue exitosa al permitir un debate y una visibilización de la diversidad en las artes visuales.


¿Cuál crees que será el rol del museo pos-pandemia?

Como todos los museos del mundo, nos vemos obligades a reinventarnos y mirar hacia dentro, cuestionarnos nuestros objetivos y las formas de alcanzarlos. Nuestro deber en este momento ha sido documentar lo contemporáneo, cómo la pandemia ha afectado a la comunidad LGBTIQ+, recuperar noticias de todos los medios informativos, ir guardando este episodio que algún día será historia. Para la comunidad diversa en Costa Rica, no sólo ha sido un momento difícil en términos de que es de la población más vulnerable demográficamente, sino que además algunas buenas noticias las hemos vivido en el confinamiento. Por ejemplo, la aprobación del matrimonio igualitario el pasado mes de mayo, se proyectaba como una gran fiesta, pues fue un logro por el que han luchado muchas generaciones por décadas. Pero nos tocó celebrarlo de manera virtual, lo mismo que la marcha del Pride en junio. Entonces todos estos procesos sociales que se están dando en la comunidad, están inevitablemente siendo atravesados por el covid y eso el museo debe documentarlo aquí y ahora.




Tatiana Muñoz Brenes


¿Qué planes/visiones futuros tiene la Tatiana historiadora del arte? ¿La Tatiana en el ámbito personal?

Mi faceta profesional se ha ido fusionando cada vez más con la personal, y de alguna manera para nadie son mundos completamente desconectados. Quiero llevar mi vida de la manera más consecuente posible y, a través de los privilegios que puedo tener como profesional, apoyar la causa que me atraviesa en mi vida privada. Soy una mujer bisexual latinoamericana, y como tal, quiero que mi labor como historiadora del arte, investigadora y curadora se dirija a crear una sociedad más informada, más inclusiva ante la diversidad y las minorías, empezando por el trabajo que intento hacer desde el tradicionalismo católico de mi familia (y ahí insisto en cómo no puedo separar mi trabajo de mi privacidad). En ese sentido, el Museo MIO ha sido para mí una experiencia de introspección que me ha ayudado a cuestionarme cómo ejercer mi profesión, desde dónde y para qué. Busco evitar intenciones de “neutralidad” y asumir una posición política, ética e ideológica; ubicarme desde un lugar que nos permita decolonizar la institución museal de los estándares heteronormativos y patriarcales. Ser parte de MIO ha sido un proceso subjetivador que me ha ayudado a resignificar muchos procesos en mi vida; me emancipa como mujer que asume su bisexualidad y también como profesional.


Esta conversación con Tatiana me hizo reflexionar sobre la importancia de crear estos espacios en Puerto Rico. Al conocer el hecho de que muchos de estos espacios en América Latina surgieron a partir del poder político que obtuvieron los partidos conservadores y de derecha es imposible no preguntarse, ¿a caso nuestro estatus colonial nos inhibe de romper con las prácticas curatoriales tradicionales? O más bien, ¿nos aparta de cuestionar la falta de visibilización de la comunidad los espacios instituciones oficiales del arte en P fkn R? Entonces, ¿cuántos rollos de papel toalla se necesitan para visibilizar a aquelles que están al margen de la gran Historia del Arte? No sólo hay que sacar del clóset a este museo en Costa Rica, sino que hay que romper el clóset colonial del arte puertorriqueño que invisibiliza y excluye constantemente a la comunidad LGBTTQIA+.

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