NOTA EDITORIAL: Reflexión sobre la necesidad del arte político puertorriqueño contemporáneo

Por: Mireily Rodríguez

Puerto Rico históricamente se ha concebido como el punto de fusión cultural del Caribe, por lo tanto, también ha sido cuna y madre de innumerables movimientos artísticos trascendentales. Ahora bien, dentro de nuestro contexto colonial, las dinámicas de evolución social suelen ser atípicas. La identidad puertorriqueña -o más bien la constante construcción y deconstrucción de ésta- se nutre esencialmente de su estatus político. A la producción artística actual en la isla la preceden las vanguardias del modernismo. Los movimientos de vanguardia adoptan este nombre en la medida que provocan la ruptura de la tradición, ya sea con relación a las formas artísticas dominantes, las instituciones o el gusto en el campo estético; así mismo con la función que la alta sociedad le asigna al arte, entiéndase, acabar con la noción «del arte por el arte» que lo convierte en un simple artefacto decorativo para colocarlo a la disposición del ser humano por medio de la construcción de un nuevo orden emancipador. La emancipación es la meca de la colonia. El curso de la evolución comienza con la evaluación. En este proceso el artista encara su rol como agente de cambio y de la misma forma, les toca a las instituciones culturales reclamar la responsabilidad social que les atiene. 

La Wandemia- Garvin Sierra a través de @tallergráficopr 05/21/2020


Ante la institucionalización de las primeras vanguardias del siglo XX, surge el post modernismo como un momento inconcluso en la historia que se encamina a una nueva realidad artística. Recientemente leía un artículo titulado Arte y política. Nuevas experiencias estéticas y producción de subjetividades por Ana María Pérez Rubio donde se establece que, más allá de la idea de aproximar el arte al pueblo, transformar las obras en acciones o situaciones y colectivizar el trabajo del autor, se trata de internalizar que el efecto que produce una obra no pertenece a quien la crea. Producir una obra no es lo mismo que producir su efecto. A nivel teórico, la evaluación puede transitar por diferentes senderos por los cuales resulta inevitable tropezar con pensadores como Brecht, Sartre y Adorno y por consiguiente concluir que en la coyuntura histórica transitoria en que nos encontramos, el arte es la crítica social en sí misma. 


"Con mascarilla pero sin mordaza" - Colectivo Moriviví a través de @ColectivoMorivivi 05/02/2020


Así las cosas, la negligencia institucional a la hora de conservar y preservar el patrimonio cultural tangible e intangible se entiende como un ejemplo de terrorismo. Destruir y atacar la identidad colectiva de una sociedad es una estrategia de guerra ancestral. Siendo la colonia espejo del abuso del imperio y su sistema patriarcal y racista sostenido en un capitalismo tardío que es ahora sacudido por una pandemia y protestas antirracistas, es importante que, además de las instituciones oficiales, figuras como el Colectivo Moriviví (@colectivo_morivivi), Lilliam Nieves (@lilliamnieves_artist), Garvin Sierra (@tallergraficopr) y Janilka Romero (@lacricamia) entre tantos más artistas, al igual que lugares como El Cuadrado Gris (@elcuadradogris) y Pública (@publicaespacio) introduzcan a la cotidianeidad -ya sea ocupando espacios públicos y/o abordando las redes sociales- las necesidades y reclamos de un pueblo que no solo busca rebelarse ante la opresión si no, de una vez y por todas, culminar la eterna edificación de la identidad puertorriqueña. Que, si a la hora de la colonización el arte fue el medio predilecto, que para la descolonización también lo sea. Hay que salir de la academia y hablar duro y malo si es preciso, a este punto ya no queda espacio para la mesura.

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