De la serie “Volver a casa: crónica visual del Huracán María
en las Indieras”
Por Ana Teresa Toro
Volver. Aunque nunca se
regresa verdaderamente a ninguna parte. Volver. Aunque ya no seamos los mismos.
Volver. Aunque nadie nos espere. Volver. Aunque el lugar no tenga rastro de
nuestras memorias. Volver.
Las narrativas en torno a la idea del regreso, particularmente,
del regreso a casa son algunas de las más poderosas de la historia. Desde la
niña que frota sus zapatillas rojas anhelando el regreso hasta el hombre que va
de isla en isla anhelando el retorno, la fuerza de este camino narrativo se
impone y se expande. Salimos al mundo y construimos narrativas sobre nosotros
mismos, que naturalmente tienen como punto de partida —y tantas veces de
retorno— el espacio que llamamos casa. Pero a veces volver a casa, también es
volver a algún afecto. Otras, volver a casa es reconectar con el “yo” que
fuimos cuando habitábamos ese espacio. Es decir, volver a casa de pronto se nos
presenta como un retorno a la esencia, al “yo” más puro. Volver a casa es
también volver a nuestra verdad.
De la serie “Volver a casa: crónica visual
del Huracán María
en las Indieras”
La artista y documentalista Yadira Hernández Picó nos invita
a adentrarnos al espacio íntimo de un retorno doloroso. Su detallada
documentación de las vidas e historias de los residentes de los barrios de las
Indieras del municipio de Maricao, nos confrontan con la experiencia traumática
del regreso a casa en el periodo posterior del paso del huracán María por
Puerto Rico. La literalidad de esta narrativa —los personajes regresan a la que
ha sido su casa y el paisaje ya no es el que fue— hace que cualquier valor
metafórico se torne pequeño ante la dimensión del golpe de verdad: han
regresado a casa, pero la casa ya no está. Han regresado a casa, pero ya nada
es como era. El hogar que siempre está ha iniciado el viaje de los vientos.
Rota la narrativa, el regreso es literalmente imposible.
Desde el fotoperiodismo, la serie de 24 imágenes que
integran la exhibición, nos presentan una mirada humanista del entorno y sus
personajes. El resultado da muestra del proceso creativo y documental. Quien
documenta con una fotografía ha estado varias veces allí, ha sido paciente, ha
esperado el instante más prudente para hacer la fotografía. En el gesto de los
personajes es posible trazar el rastro del encuentro humano que precedió a la
imagen. No es un sujeto pasivo el que sostiene la mirada a la cámara o deja
perder la mirada en su entorno, es una persona que se sabe narrada y que
narrándose a sí mismo logra construir su propia narrativa del retorno. Sucede
lo mismo con las ventanas al paisaje. No sólo les podemos ver, sino que vemos
lo que ven. Sus historias y su mirada se cruzan. Y es que a veces, incluso en
la adversidad más cruel, no es hasta que armamos la historia de la tragedia,
que podemos seguir adelante y transformarla. Contarnos y ser contados legitima
de algún modo nuestra existencia, dignifica los silencios, le da cuerpo y
rostro a nuestra historia. Pero más allá de ese valor, a través de la serie de
imágenes es posible ver mucho más que “el rostro de la tragedia” o “trascender
la estadística”, como dicen en los medios. A través de las imágenes iniciamos
la ruta de ese retorno al hogar perdido después del huracán, que es también el
nuestro. Al sumergirnos en las imágenes paisajistas, revivimos la sensación de
aquella mañana después del desastre cuando salimos a la calle a abrir caminos que
ya no era imposible reconocer. En la intimidad de este paisaje, está también la
nuestra.
De la serie “Volver a casa: crónica visual del Huracán María
en las Indieras”
Hernández Picó robustece, problematiza y dota de matices su
propuesta a través de la integración de dos formatos de texto distintos: el
testimonio en primera persona y la narración en tercera persona que hace la
autora de la historia a la que nos enfrentamos. Creando una suerte de
triangulación del relato: con la fotografía, el testimonio en primera persona y
la narración en tercera persona, se presentan en tres elementos las tres patas
de la compleja mesa de este universo. Este formato, muy propio de las
narrativas que ha generado el Internet y las redes sociales, crea un rebote
entre cada uno de los elementos que, a su vez, nos permite armar la estructura
de la narración de acuerdo al tipo de lector que somos. Habrá quien comience
por la imagen, pero también habrá quien desde las narrativas llegue —o retorne
con un nuevo aire— a ella. En este triángulo narrativo de texto e imagen, se
maneja tanto el registro abstracto —la letra vacía de significado— y el
realismo. Y es, precisamente, en ese punto medio: el que surge entre la
subjetividad del encuadre de la fotografía y la veracidad de los testimonios,
en el que se encuentra la posibilidad de acceder a la verdad de las vidas de
los protagonistas. Una parte para el todo, un micromundo para entender el que
habitamos.
La exhibición como un todo construye a su vez un relato
macro, pues la artista también retorna a casa y en un instante inesperado, descubrimos que una de las
imágenes es un retrato de su casa, el hogar de su madre, el rincón de sus
memorias en estos barrios de Maricao. Es en ese momento en el que confirmamos
que a través del acompañamiento al retorno a casa de cada uno de los
personajes, es posible para nuestra narradora llegar también a su punto de
partida. Contándonos el encuentro de los vecinos de su pueblo con sus memorias,
poco a poco, la acompañamos también al encuentro con las suyas.
De la serie “Volver a casa: crónica visual del Huracán María
en las Indieras”
Como parte de este hilo conductor descubrimos además la
voluntad de la autora de documentar y denunciar. “No sabía por qué ni para qué,
pero sabía que tenía que hacerlo”, dirá meses después de trabajado este
proyecto Hernández Picó, acerca del motor que la llevó a ir día a día, casa a
casa, acompañando y documentando las historias de este puñado de
puertorriqueños a través de los cuales nos es posible encontrar en esta gota de
verdad, el océano de historias que integran el saldo del paso del huracán
María. ¿Por qué hacerlo entonces? ¿Por qué más fotos y más relatos del
desastre? Porque también tenemos derecho a la tragedia, también tenemos derecho
a apropiarnos de ella.
La obra se suma además a la larga hilera de historias donde reafirmamos
que sigue siendo cierto aquel decir: si cuentas tu barrio, contarás el mundo
entero.
En este barrio hay abandono, soledad, inocencia, amor, fe,
dolor y verdad; temas todos de una universalidad incuestionable. A su vez, en
esta obra, llama la atención aquello que no queda expuesto. No veremos el
rostro de la documentalista, pero leeremos su tono narrativo y usaremos su
marco visual para adentrarnos en este mundo. Y aún así descubriremos —como
hemos advertido— que, al embarcarnos en este recorrido visual, también acompañamos
el regreso a casa de la autora y si nos detenemos en alguna imagen, tendremos
la certeza de que en esos rostros, en esas casas destruidas y en este retorno
doloroso, también irremediablemente llegaremos a encontrarnos con la casa
propia que también nos llevó el huracán. En todos los barrios recorres el
propio, el intangible, el de la memoria.
Comentarios
Publicar un comentario