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Por Luis Cotto Román
Tuve el privilegio de visitar el hogar de Nicolás Luzzi Traficante y Angeliz Encarnación Burgos durante la Noche de San Juan que recién se festejó, horas previas al estallido de algarabía y al despliegue de ese antiguo rito de origen católico y pagano en queun espectáculo de agua y fuego en las playas de nuestra Isla manifiesta de manera ostensible el ansia de miles de almas que buscan “purificarse” o agenciarse una “mejor suerte”, o quizás sencillamente celebrar una tradición arraigada desde tiempos de España. Si bien no era la primera vez que visitaba el entorno hogareño de esta querida pareja, en esta ocasión la visita tenía un propósito muy distinto: Nicolás me había invitado a apreciar los cerca de veinte lienzos que conformarían la muestra “Horizontes Imaginarios”, a celebrarse en Galería Guatibirí, en Rio Piedras, desde el 10 hasta el 23 de agosto de 2017.
Tuve el privilegio de visitar el hogar de Nicolás Luzzi Traficante y Angeliz Encarnación Burgos durante la Noche de San Juan que recién se festejó, horas previas al estallido de algarabía y al despliegue de ese antiguo rito de origen católico y pagano en queun espectáculo de agua y fuego en las playas de nuestra Isla manifiesta de manera ostensible el ansia de miles de almas que buscan “purificarse” o agenciarse una “mejor suerte”, o quizás sencillamente celebrar una tradición arraigada desde tiempos de España. Si bien no era la primera vez que visitaba el entorno hogareño de esta querida pareja, en esta ocasión la visita tenía un propósito muy distinto: Nicolás me había invitado a apreciar los cerca de veinte lienzos que conformarían la muestra “Horizontes Imaginarios”, a celebrarse en Galería Guatibirí, en Rio Piedras, desde el 10 hasta el 23 de agosto de 2017.
Puedo afirmar, con la mayor honestidad, que fui el beneficiario
de una velada memorable. La exquisita y variada conversación que me obsequió
este especial binomio compuesto por un artista plástico/ profesor universitario
y una planificadora inmersa en la elaboración de su tesis doctoral, fue un
manjar que degusté con igual placer que lo hice con las suculentas empanadas
argentinas confeccionadas por Angeliz con la receta del padre de Nicolás. Si a
ello se añade el cautivador juego plástico de luces, sombras y color que emanaba
de las telas de Nicolás, la conclusión lógica es que no había razón alguna por
la que tuviera que lanzarme de espaldas al mar esa noche para sentirme
afortunado.
Horizonte Lunar
Paisajes en diferentes formatos, hábilmente trabajados
al óleo y papel, a modo de collage;
un dibujo depurado de líneas pacientemente trazadas a lo largo del objeto
representado;y el efectivo uso del color, texturas y transparencias,
evidenciaban un carácter y expresividad asombrosos en la manera de Nicolás
abordar su arte. Lo representado en los lienzos de Luzzi Traficante puede
remontarse al paisaje siciliano que Nicolás conoció desde sus años de
pre-adolescente. La alternancia de áreas verdes y rocosas de ese paisaje le
confiere una estética muy particular que quedó impregnada en los sentidos y
alma del artista, como acendrada materia prima que se combinaría con su fértil
imaginación. Y es que, irrespectivo de la majestuosidad y estética del paisaje
siciliano, Nicolás resistió la tentación de hacerse siervo de la trayectoria
del mismo y de trasladarlo al soporte pictórico de manera mimética. Antes bien,
optó por internalizarlo;absorberlo en su intelecto y emociones;recrearlo en su
recuerdo y consustanciarlo con los mundos imaginarios que brotaban de su mente.
En esa mente se amalgamaban formas humanas; naturaleza; percepciones anímicas
muy personales; alegrías profundas y la heredada melancolía gaucha; su tránsito
al Viejo Continente y estancias de variada duración en España y Sicilia; y,
ulteriormente, su llegada a Puerto Rico y estancia en la Isla.
Esas vivencias, estados emocionales y percepciones
variadas de tantos sitios en que le ha tocado habitar, se han conjugado en un
lenguaje en que el paisaje no es de ningún lugar específico, sino de uno
imaginario, con partículas de realidad. Tal como se lo propuso cuando tomó el
arte como compromiso de vida, los paisajes de Nicolás parten de su mundo
interno, de su imaginación, de sus visiones más íntimas. En esa intimidad también
se asoma el paisaje rocoso y las aristas y surcos de la tierra siciliana;como
lo hacen igualmente esos planos de luz tan prominentes en sus pinturas que se
hacen más expresivos y luminosos precisamente por las efectivas y elocuentes
sombras que le sirven de contrapeso y se aferran al paisaje, reclamando su
lugar en el mismo. En su universo más íntimo, sin embargo, también se
despliegan los profundos y expresivos azules del mar y el cielo borincanos que,
como dice la canción, “en la distancia parece que se unen” y cuyo poder
sobrecogedor reconcilió al artista con ese color que, sobre los demás,
Kandinsky asociaba con lo espiritual y que,hasta su llegada a la Isla, Nicolásno
lograba reflejar en el lienzo tal como lo sentía. En las hermosas y sublimes
telas que conforman la muestra, se detecta una línea que el artista plasma como
ruta inalcanzable; como paso del tiempo; como movimiento de la tierra. Sus
paisajes imaginarios tienen más de un horizonte, cada uno de los cuales anuncia
uno distinto que discurre de manera paralela a otro paisaje, dinamizando la
representación paisajística y retando y enriqueciendo la experiencia estética
del espectador.
Paisaje Humano
Sus escenarios naturales/imaginarios sugieren la forma
humana, principalmente el cuerpo, el rostro y los labios de la mujer como musa
intemporal. Hay vida palpitante subyacente en el paisaje de Luzzi Traficante.
Su traviesa línea viajera anuncia un tránsito, una ruta vital que conduce a
lugares en un estadio más allá de lo sensible. Esa línea toma forma de fisuras
geológicas, sin dejar de ser, además, las venas de un paisaje que se vuelve
mujer y florece seductoramente en unos labios sugestivos y sugerentes; unos
ojos incrustados en las entrañas de la tierra; un corazón palpitante que
amenaza estallar por tanta vida contenida: esa del paisaje natural como
regularmente lo concebimos;esa de la mujer como el más logrado paisaje natural;
y esa de los mundos imaginados por el artista, todos armonizados sensible y
hábilmente por su mano diestra dirigida por su fina sensibilidad en un lienzo
que deja de ser objeto inanimado para convertirse en ventana al mundo íntimo de
este excepcional pintor. Como paisaje natural, evocación de la mujer y reflejo
de lo más íntimo de su mente, la dualidad luz/sombra toma prominencia y subyuga
con su belleza. Las telas del artista
muestran dicha dualidad sin artificios, manteniéndolas en una sutil tensión que
las hace irresistibles. Si a ello agregamos todos esos referentes históricos
que, consciente o inconscientemente hacen acto de presencia en las telas de
Luzzi Traficante, sabemos que estamos ante la expresión madura y coherente de
un artista que sabe muy bien lo que expresa y por qué lo hace. Detectamos el
paisaje japonés de Hokusai e Hiroshige, trazos y colores evocadores de Vincent
Van Gogh, el Suprematismo de Malevich, las veladuras de Frankenthaler y, a
nivel local, las “Conexiones” de Carmelo Sobrino y los planos de luz y el
tratamiento denso, frontal y táctil de parte de la obra del Dr. José Oliver, tal
como la atípica y deliciosa abstracción oliveriana “Furia cromática” (1964). Aprovechando
la referencia al doctor Oliver, no dudamos que Luzzi Traficante estaría de
acuerdo con aquél, cuando expresara que “[n]o se pinta con tubos de colores, se
pinta con el sentimiento”.
Otro tiempo que se junta
En este punto de la exposición de mis impresiones sobre
la obra de Luzzi Traficante, no puedo soslayar que el artista mismo destaca la
imaginación como espina dorsal de su proceso creativo, al punto en que sintió
debía resaltarla en el título de la muestra. Expresa el artista:
“Cuando decidí seriamente volcar mis energías
creativas en las artes plásticas, me comprometí a hacerlo desde adentro, de mi
imaginación, pues no sentía afición alguna por tratar de imitar la realidad
sensible. Opté por pintar lo que veía dentro de mí, que si bien en apariencia
refleja trazos de la realidad natural que perciben los ojos físicos, viene de
un mundo más íntimo. Mis horizontes brotan de adentro y presentan varios
paisajes simultáneos; más de una realidad en el tiempo y en el espacio. Son
paisajes reales e irreales a la vez, los cuales plasmo en el lienzo según los
percibo, evoco y recreo en mi mente. Aspiro a que mi arte habite en un espacio
intermedio entre el realismo fotográfico y la abstracción”.
Sobre la imaginación, J.F. Martel, en su tratado
“Reclaiming Art in the Age ofArtifice”, ha expresado:
“Samuel Coleridge described the imagination
as ‘the living power and prime agent of all human perception’. It achieves its
fullest potential in artistic expression because it is there that it transcends
mere representation to bring forth unprecedented images of the world. Once
freed from the bind of immediate biological need and mechanical causation, the
mind acquires a kind of second sight. Thinking becomes a process through which
the virtual potentialities of nature can be perceived and actualized”. J.F.
Martel, “Reclaiming Art in the Age of Artifice:
A Treatise, Critique, and Call to Action”, Evolver Editions, Berkeley,
California, 2015, pág. 11.
Ejercitar la imaginación y escuchar las voces del alma
conlleva, ineluctablemente, suprimir voces seductoras del mundo de lo sensible
que pretenden dirigir al artista a obedecer ciegamente metanarrativas y
discursos de la contemporaneidad. Luzzi Traficante acomete valientemente el
deber de expresar lo que mueve a su alma y sensibilidad, sin seguir servilmente
los dictados y tendencias de una sociedad contemporánea que pretende trazar la
ruta de lo que debe expresar un artista desde la posmodernidad. Al ser honesto
consigo mismo, insufla autenticidad a su obra y la dota de convicción y peso.
De ese modo, logra producir arte de verdad: del tipo que con tanta insistencia
la sociedad contemporánea trata de sofocar tras consignas asépticas de
globalización, las cuales,mal manejadas, puedendejar el saldo de una desabrida
uniformidad y el temor del artista a expresar la individualidad del alma,
cuando es precisamente desde la individualidad que el artista se manifiesta
como ser único e insustituible, con una cosmovisión que nunca es idéntica a la
de otro ser humano. Nicolás combate, con el libre despliegue de su imaginación,
tanto la tentación del sensacionalismo noticioso y el mercadeo febril, como el
arte panfletario que la posmodernidad muchas veces exige como señal de un
compromiso que el artista,a fin de cuentas, no debe tenerlo con otras ideas o
causas que no sean las suyas propias. Sobre la primacía que debe tener el arte
como vehículo del artista para comunicar su visión única y particular de la
vida, y la fuerza contraria que muchas veces busca llevar al artista hacia la
ruta del sensacionalismo noticioso y el mercado, expresa el citado autor J.F.
Martel en su prólogo:
“Art breaks down the barriers
that normally stand between the physical and the psychic, between your soul and
the souls of others. ‘Through art alone are we able to emerge from ourselves,
to know what another person sees of a universe which is not the same as our own
and of which, without art, the landscapes would remain as unknown to us as
those that may exist on the moon’. For the French novelist Marcel Proust, who
wrote those words, art is a meeting place in which human beings commune at a
level that ordinary language and sign systems do not allow. Without art,
connection at this deeper level is impossible. This is a troubling idea to
consider in a time when aesthetic forces ranging from sensationalistic news
spectacles to manipulative viral marketing seem bent on achieving a very
different end. The all-consuming razzle-dazzle of sound and light with which we
are bombarded does not draw us into the secret universe of another
consciousness. On the contrary, it fools us into taking as self-evident a
picture of life that in reality belongs to nobody, effectively producing an
artificial space wherein the market and the state can thrive as though they
were inextricable parts of the cosmos rather than the mutable accidents of
history that they are. We are in danger today of losing the capacity to
distinguish between artistic creation as Proust defined it and the aesthetic
creativity that goes into a commercial jingle, a new car design, or a hollow
summer blockbuster. If our confusion suits the reigning political and economic
regime just fine, it is because it stands as proof that the operation to
supplant the dream-space of soul and psyche with a fully controllable interface
is going according to plan”. Ibid., págs. xix-xx.
Reflejos de Horizonte
En cuanto a la segunda consideración, esa del “arte serio” pretendiendo crear unos códigos
sobre lo que el artista debe decir y las ideas que debe defender, eso que llamo
el arte panfletario de la posmodernidad, el mismo autor expone:
“Didacticism exists in the ‘high
arts’ as well. Conceptualism, to cite just one example, is art that gives the
concept- that is, the intellectual idea- primacy over the affect. While it can
produce works that make important political points, often in clever and
ingenious ways (think of Banksy or the early Damien Hirst), it seems to achieve
the aesthetic emotion that Joyce ascribes to proper art only in very rare
cases. That is, it tends not to astound us with the ineradicable mysteriousness
of things (in fact, many conceptual pieces come with a written explanation that
spells out the meaning of the work). Invariably, all forms of didacticism place
art in the service of moral judgment. Their purpose is to teach us how to act,
tell us what to think, and show us how to feel, all by giving us something to
judge”. Ibid, págs. 35-36.
Un vistazo a las obras que conforman “Horizontes
Imaginarios” pone al relieve que el compromiso del artista es con su mundo
interno, con su imaginación, con los mundos que habitan en su mente. Lejos está
una urgencia noticiosa, de mercadeo febril, moralizadora o apologética de una
postura o visión social o política. Las obras del artista son sencillamente
reflejos de lo que piensa con fina inteligencia y siente con profunda emoción,
logrando en el proceso efectos variados
en el espectador, que discurren desde el sosegar el alma; estimular la retina;
deleitar con su juego de luz y sombra; crear una sensación laberíntica; y
provocar la curiosidad por el descubrimiento de formas. Las obras de Luzzi
Traficante tienen esa cualidad musical a la que aspiraba Kandinsky, pues su
armonía de colores y formas pulsan cuerdas de bella afinación que resuenan en
el alma. Son obras, además, que parecerían rescatar y restaurar la aspiración
teosófica de Mondrian de un orden ideal estético que serene y apacigüe el alma
de una sociedad convulsa.
Deseo II
“Horizontes Imaginarios” es una coherente, efectiva y bella
muestra que este talentoso artista merecía como primera exposición individual.
La madurez de su lenguaje plástico no es producto del azar, pues Luzzi
Traficante lleva consigo un rico, multiforme y valioso equipaje de viajero que
comparte con el público amante del arte en nuestra Isla luego de años de ver,
vivir, sentir y, luego, pintar.
Desde que abrió sus ojos por vez primera en Rosario,
Argentina, en 1983, el mundo de Nicolás Luzzi Traficante se ha encontrado
inmerso en un ambiente de fiesta de luz y color; enmarcado en un pródigo
paisaje natural, pero también en el contexto plástico de diestras, bien
pensadas, equilibradas y lúdicas formas, líneas y pigmentos propios del buen
arte. Y es que un cúmulo de eventos coincidió felizmente para forjar el
carácter artístico y espíritu visionario plástico de Luzzi Traficante.
Habría que comenzar, necesariamente, con destacar la
figura de su abuelo materno, Osvaldo Traficante, pintor que, a fuerza del
ejercicio consecuente de su arte, se erigió como referente familiar de
autoridad, disciplina y paradigma para los suyos de cómo el más granado talento
necesariamente debe dejarse acompañar por el trabajo arduo y la búsqueda
constante. Aunque Nicolás contaba con apenas diez años cuando su abuelo
falleció, la influencia de éste resultó imperecedera en su mente, pues Nicolás
tuvo la sensibilidad de percibir, absorber e internalizar el proceso creativo
de su abuelo. Recuerda Nicolás un momento particular en que don Osvaldo
advirtió una estela de luz que se filtró en su estudio y cuyo impacto visual,
sensorial y espiritual impregnó su ser sensible. Tiempo después, Nicolás vio
plasmada la imagen de esa estela de luz en una pintura salida del caballete de
don Osvaldo. Aparte del respeto y admiración que inspiraba en el círculo
familiar la figura de Osvaldo Traficante, y las observaciones que de su
quehacer profesional efectuaba el pequeño Nicolás hasta adherir a su alma el amor
y respeto por el oficio de pintor que servía de faro rector a su abuelo, el
deceso terrenal de don Osvaldo redundó en que buena parte de la biblioteca del
abuelo pasara al hogar de Nicolás. De ese modo, el niño quedó irremediablemente
prendado de un libro sobre Matisse y el fauvismo,
en cuya portada aparecía un detalle del cromáticamente explosivo “TheDessert:
Harmony in Red” (“TheRed Room”) de Matisse. Atractivas y brillantes
reproducciones de obras de Matisse, Derain y Vlaminck, y la manera tan
particular, brillante y vibrante en que los artistas capturaban paisajes
naturales, indefectiblemente sellaron el amor de Nicolás por la pintura y
forjaron su intenso compromiso con ésta.
Deseo
En lo que constituyeron desarrollos derivados de la influencia
de Osvaldo Traficante, la esposade don Osvaldo- y abuela de Nicolás- abrió el
espacio de galería “Áurea”, el cual luego de un tiempo fue manejado por su hija,
Diana, la cual operó el mismo bajo el nombre “Galería Diana Traficante”. Según
su hijo Nicolás, Diana Traficante supo manejar dicho espacio de galería con
destreza y visión dada su capacidad para comunicarse eficazmente con los
artistas, al punto en que fue su galería el espacio de arte en que ofreció su
última muestra individual el legendario artista argentino Antonio Berni.
Recuerda Nicolás las visitas con su madre al estudio de
su abuelo y de otros artistas de la plantilla de la galería, como Enrique
Aguirrezabala y Miguel Ángel Bengochea. Aguirrezabala se convirtió en una
especie de primer maestro y mentor de Nicolás, así como un amigo que supo
llegar al alma y el corazón del niño. Por su parte, el impacto de una atractiva
tela de formas tubulares de Bengochea, colgando en la pared de un restaurante
en el que almorzaba un joven ingeniero, justo frente a la galería de Diana
Traficante, impulsó al espectador cautivo a buscar en la galería mayor
información de la pieza y del artista. Allí, el ingeniero y la madre de Nicolás cerraron el negocio por
la pintura, y, en un hermoso e inesperado devenir de acontecimientos,
comenzaron a sentar los pilares de la familia Luzzi-Traficante.
Cuando Nicolás contaba con doce años de edad, su familia
decidió trasladarse a Madrid. Su madre intentó establecer un espacio de galería
en la capital española, mas ello resultó bastante difícil. Toda vez que Diana
Traficante tenía parientes en Sicilia, Nicolás y su familia decidieron pasar el
verano de 1997 allí. Nicolás recuerda que en Sicilia su madre pudo conocer
rápidamente a gente relacionada con el arte, entre ella a un galerista que le
presentó a un artista, Gianni Pennisi, quien probaría ser de gran influencia
para Nicolás y su compromiso de hacer arte.
Paisaje Butoh
La técnica de Pennisi, y su manera tan peculiar de
representar el paisaje siciliano, avivaron la curiosidad de Nicolás, al punto
en que la emoción que se agolpó en su pecho ante tal descubrimiento, lo
impelió, pese a reconocerse como esencialmente introvertido, a expresarle a
Pennisi admiración por su trabajo y a pedirle que le enseñara su técnica de
abordar el paisaje. Quizás Pennisi había advertido que el niño, aunque
introvertido, presentaba como anverso de ese rasgo a un ser profundamente
introspectivo, poseedor de una eficaz comunicación intrapersonal que le
permitía saber lo que quería conseguir en su arte, y el cual, precisamente por
su ejercicio introspectivo en el silencio, dotaba cada palabra que articulaba
de un peso y densidad que se hacían sentir. Es en estas circunstancias en que
Nicolás se nutre de las enseñanzas de Pennisi.
La pasión por las artes plásticas ya no abandonaría
nunca a Nicolás. Estudió arte formalmente en la Facultad de Bellas Artes de la
Universidad Complutense, efectuando luego una maestría en Escenografía y en
Arte e Investigación y, posteriormente, un doctorado en Bellas Artes. En el año
2006, la Fundación Valparaíso, que reconocía a alumnos de la Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense, le otorgó una Mención Honorífica a Luzzi
Traficante, quien al año siguiente obtuvo el Primer Premio con su pintura
“Paisaje BP 01”.
“Gané el primer premio con una pintura en que empecé a
dar vuelta al paisaje, la figura humana y el horizonte. Sobre la estructura de
unos apuntes que había efectuado de contornos de bailarinas en posiciones
distintas, entretejí una red de papeles pegados. Trabajé en mi pintura el
horizonte partiendo de un concepto poético, en el cual quise presentar dos
líneas del horizonte en posiciones distintas para mostrar al espectador dos
tiempos distintos. Recuerdo de manera muy especial el gesto de un poeta que se
me acercó para indicarme cómo identificaba en mi obra una especie de expresión
plástica de lo que él intentaba comunicar con la poesía. Él percibía su poesía
y mi pinturacomo hermanadas y con una innegable afinidad artística. Ello me
causó una honda satisfacción”, puntualiza Luzzi Traficante.
Horizontes Multiples
Desafortunadamente, la incursión de Nicolás en el mundo
laboral para obtener su sustento cotidiano, lo alejó temporeramente de la
pintura, pues no contaba con el tiempo para expresarse a través de ella con la entrega
y el compromiso que la misma requería. Llegó a Puerto Rico en febrero de 2014,
pues le había sido ofrecida una plaza de profesor de Iluminación. Aparte de que
sentía pasión por la enseñanza, advirtió que podría retomar su carrera como
pintor, lo cual ha logrado durante el tiempo que lleva residiendo en la Isla.
Nicolás Luzzi Traficante ha contribuido a enriquecer aún
más la ya respetable tradición teatral de la Isla con sus diseños de
escenografía e iluminación, así como con su vocación de educador que sabe
llegar al intelecto y las emociones de sus estudiantes a través de su talento y
sensibilidad. Simultáneo a ello, ha producido unas hermosas telas que merecen
la más seria y respetuosa consideración del público amante de las artes
plásticas. Estamos ante un artista de grandes quilates con una técnica madura, depurada y una destacable
honestidad en su propuesta, la cual no permite que su visión artística quede
diluida por idearios y consignas impuestos externamente. Luzzi Traficante ha
tenido la sensibilidad y humildad de escuchar las voces de su alma; y dar
rienda suelta a su fértil y vívida imaginación que no se conforma con habitar
en el interior del artista, sino que requiere ser liberada y plasmada en el
lienzo. Es así como nos llegan sus “Horizontes Imaginarios” que, por pertenecer
a esa esfera tan íntima de su ser, son más reales que otras propuestas que,
sólo por su condición de miméticas, erróneamente se perciben a sí mismas como verdaderas
expresiones de la realidad.
Esperamos ser afortunados de disfrutar en el futuro de
otras propuestas de Luzzi Traficante, pues no albergamos dudas de que este
talentosísimo artista, y aún mejor ser humano, cobija en las interioridades de
su ser otros delectables paisajes que le reclaman ser traducidos al lienzo.
Aguardamos ansiosos porque el artista no tarde en revelarnos otros
enigmáticos mundos de luz y sombra: de
esa luz que se aferre al lienzo y nos bañe con su resplandor; y de esas
plácidas y refrescantes sombras que tan necesarias nos resultan para alcanzar
el sosiego y la serenidad de nuestras almas que merecen recibir buenas
noticias, de esas que nos puede regalar el buen arte, el de verdad, el que
viene de adentro.
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