Vista de la exposición “Enoc Pérez: 20 años
de pintura” en Obra Galería Alegría
Por Luis Cotto Román
Resulta
curioso cómo la esencia de un artista, cuando éste es de calidad, se manifiesta
en toda su plenitud y encanto independientemente del ropaje estilístico o
formal con que el artista decida ataviar su obra. Por mencionar dos notables
ejemplos que han aflorado espontáneamente en mi memoria, considérese a las
figuras señeras del arte nacional puertorriqueño de Augusto Marín y Julio
Rosado Del Valle. No importa qué etapa de sus memorables carreras se prefiera,
detectamos una característica o rasgo definitorio que nos lleva a identificar
la obra de estos baluartes; se trata de rasgos perdurables que difícilmente pueden
quedar enmascarados por algún cambio de estilo. En el caso de Marín, su fina, elegante
y grácil línea emerge como delatadora huella en cada interpretación de Cristo
efectuada a lo largo de su dilatada carrera, así como hilo conductor entre sus
colosos, pinturas negras, dibujos en plumilla, o cualquier otra expresión
mariniana. En Rosado Del Valle, su expresiva y fuerte pincelada negra delinea
sus árboles, pájaros, caracoles, microorganismos, sillas, techos, zafacones,
sandalias o bicicletas.
Algo
similar experimento cuando me detengo frente a un portentoso lienzo de Enoc
Pérez, una selecta muestra de los cuales presenta ante la consideración del
público amante del arte en su más reciente exposición titulada “Enoc Pérez: 20
años de pintura”. Desde que adquirí conciencia por vez primera de la obra de
Enoc, ello a través de una pintura que discutiré más adelante, hasta exponer
mis sentidos a sus icónicas pinturas arquitectónicas, desnudos,
interpretaciones picassianas, o paisajes, he podido advertir una atmósfera o
ambientación muy propios del artista. Podría describirse como un dejo de melancolía
en cada objeto representado, el cual ha ido afinando con el desarrollo de un
estilo que el artista ha identificado con un aspecto de deterioro (“decay”), el
cual le confiere dimensiones místicas, profundas y sobrecogedoras al objeto
representado.
No
puedo dejar de plantear esta impresión como idea de umbral, pues flaco servicio
haría al lector con la presentación de la obra de Enoc si circunscribiera sus
bondades al conocido éxito mercantil y cotización de su producción en el
mercado del arte, o la nada despreciable distinción de tener albergadas, sin
haber alcanzado aún los cincuenta años de edad, expresiones plásticas de su
genio creativo en instituciones como el Metropolitan Museum of Art y el Whitney
Museum of American Art.
Como
casi todos los amantes de las artes plásticas patrias que más o menos se
mantienen al tanto de las ejecutorias de nuestros artistas tanto a nivel
insular como en el exterior, admiro profundamente la manera tan extraordinaria
en que ha remontado vuelo la carrera de Enoc. Su éxito resulta evidente. Por
derecho propio, Enoc se ha insertado en el panorama artístico contemporáneo de
la que es percibida todavía como la capital del arte contemporáneo, New York,
donde su obra ha cohabitado en los mismos espacios en que lo han hecho pinturas
de Francis Bacon, Miquel Barceló, Jean Michel Basquiat, Georges Braque,
Alexander Calder, Paul Cézanne, Marc Chagall, Richard Diebenkorn, Peter Doig, Paul
Gauguin, y Vincent Van Gogh, entre otros.
Enoc Pérez, Normandie,
oil on canvas, 80” x 74”, 2005
Por
otro lado, la cotización de Enoc en el mercado es elocuentemente anunciada por
el éxito que sus pinturas han alcanzado en las principales casas de subasta
internacionales. A modo de ejemplo, Christie’s ha logrado vender en subasta
pública obras de Enoc como una de sus versiones del “Normandie” ($362,500);
“Morning” ($149,000); y “Rio de Janeiro” ($146,500). Su impacto entre renombrados
coleccionistas en busca de artistas emergentes en los cuales invertir, se hizo evidente
en el artículo de 24 de octubre de 2011 publicado en el Financial Times, en la
sección “How to Spend It”, titulado “Arpad Busson’s iconoclastic collection”. El
artículo gira en torno a la colección de Arpad Busson, filántropo francés y
prominente “hedge-fund manager”, y el asesoramiento que, para dar forma a su
colección, recibe del galerista Gérard Faggionato, con espacio comercial en
Londres. Por la elocuencia con que en el artículo se describe la importancia de
Enoc como artista y su atractivo comercial, así como la descripción de su
peculiar técnica artística, citamos:
“’When I’d first seen his work in London, I hadn’t
really understood his technique. I felt an instant connection with it, but the
impression it made on me was purely visual’, says Busson. However, when he learnt how these paintings
are made- a process that involves using an oil stick to apply pigment to sheets
of paper, then placing the paper against the canvas and applying pressure to
transfer the color- he was captivated further, and to date he’s bought eight
works, even commissioning one of the Pan Am terminal at JFK airport”.
Resulta
innegable que disfruto, como el que más, el abandonarme a la sublime
experiencia estética de contemplación de un lienzo de Enoc Pérez. En dicho ejercicio,
advierto que, si bien la conciencia que se tiene sobre el valor adjudicado por
el mercado a la obra del artista puede incidir en la experiencia estética
misma, pues los seres humanos no logramos desentendernos completamente de
valores extra-artísticos al degustar una obra de arte, lo cierto es que la
calidad plástica inherente a la obra de Enoc pone al relieve que hay casos en
que mercado y calidad coinciden de manera armoniosa.
Vista de la exposición “Enoc Pérez: 20 años de pintura” en Obra Galería Alegría
Deseo
dejar meridianamente claro, sin embargo, que, condiciones del mercado aparte,
mi estimación de la obra de Enoc, y particular afinidad con ésta, nació hace
muchos años al toparme con una obra suya que me causó un profundo impacto. Sin prejuicio
alguno, y con un conocimiento un tanto limitado sobre las exquisiteces que el
mundo de las artes plásticas me podía ofrecer, me encontré cara a cara por
primera vez con una obra de este artista entonces para mí desconocido. Ello
ocurrió en el año 2005, cuando visité El Museo de Arte de Puerto Rico para
disfrutar la exhibición “Arte Puertorriqueño: Imagen de una Cultura”, muestra
que aglutinaba algunas de las mejores obras de la impresionante colección de la
Cooperativa de Seguros Múltiples. La obra de Enoc que desató una inexplicable
fascinación para mí, y la cual miraba absorto y volvía a mirar, era un tríptico
con el abreviado título “S.O.S”. En un
extraordinariamente atractivo estilo primitivista, Enoc presentó un paisaje
urbano permeado de señales de turbulencia y caos; por la fecha, probablemente
el conflicto en el Golfo Pérsico en el cual una coalición de 35 naciones,
liderada por Estados Unidos, combatió a Iraq por la invasión y anexión que ésta
efectuara del territorio de Kuwait. Me producía una profunda emoción estética
la paleta brillante; las formas dinámicas; el movimiento y acción en el lienzo;
los edificios asimétricos; alusiones a esa iconografía de Basquiat que el
desaparecido artista estadounidense de ascendencia boricua-haitiana desarrolló
a modo de metáfora de hombres negros que concebía como “héroes” y “santos”, con
sus distintivas coronas; un paisaje en diferentes tonalidades de amarillo y,
frente a éste, la prominente presencia de un blanco que lo mismo podía
presentarse como niebla que como una estela de humo resultante de la violencia
de un mundo en guerra, o la polvareda levantada por el derribo de algún
edificio o estructura. Los niveles interpretativos de la obra resultaban variados,
lo que me hacía tan difícil retirarme de ella, principalmente cuando me pareció
advertir en esta pieza de 1990 lo que increíblemente se presentaba ante mis
ojos como esa imperecedera imagen iconoclasta de 2001 del segundo avión que
impactó una de las torres del World Trade Center, en New York. No podía salir
de mi asombro al ver la similitud de las imágenes, y la presentación plástica
de la misma por Enoc once años antes de que dicha tragedia se materializara y
quedara impresa en nuestra siquis colectiva. Aún con lo que pudiera haberse
presentado como la distracción de una paleta brillante, me impresionó la
atmósfera creada por el artista; el estado de ánimo que permeaba la pieza; los
sentimientos en ebullición; y, para mí, cierta melancolía inspirada por la
niebla/humareda/polvareda del paisaje.
Mirando
con ojo retrospectivo, me parece, pues, que desde entonces el artista transitaba
un camino que discurría desde su admiración arquitectónica, y las ambiciones y
sueños expresados en el pensamiento utópico de los arquitectos que entendían
que cada edificio era un microcosmos de un mundo moderno ideal, hasta el presagio de la destrucción de esa utopía,
sin olvidar que, como para Anselm Kiefer, la polvareda/humareda no era sólo
destrucción, sino anuncio de un nuevo comienzo. Para el
artistaalemán, “’[w]recks actually represent the future’…..This debris has
always been the starting point of something new being conceived’. Rubble is a
state of transition, of change, of evolution”. Gina Lee Falco, “Anselm Kiefer:
Texturing the Truth”, Vienna Review, marzo de 2012.
Quién
sabe, pues, si la destrucción y la decadencia, que tan presentes se encuentran
de forma sublime y poética en la obra de Enoc, constituían en sí mismas otro
tipo de utopía que el artista venía anunciando desde 1990, y que completó su
círculo con su exposición “One World Trade Center” en 2015 en Peter Blum
Gallery, en la cual el artista presentó varias telas que abordaban el
significado y simbología del “Freedom Tower” que fue construido donde antes se
levantaban gallardas las dos torres del World Trade Center.
Aunque
previo a mi encuentro con “S.O.S.” no tenía idea de quién era Enoc Pérez, de
ese momento en adelante sabía que no podría olvidar el nombre de este
artista. El resto, como dice el viejo
refrán, es historia. Comencé a escuchar años más tarde el nombre de Enoc con
gran insistencia, acompañado siempre de expresiones de admiración ante la
proyección internacional que había alcanzado el artista y los extraordinarios
precios de sus lienzos. De pronto, el nombre de Enoc resultaba sinónimo de una
inversión sabia en el arte. Me alegró mucho escuchar de su éxito, pues continuaba
resonando en mi mente y mis emociones el poder de “S.O.S”.
Vista de la exposición “Enoc Pérez: 20 años de pintura” en Obra Galería Alegría
“The culture of the twentieth century is littered with
Utopian schemes. That none of them succeeded, we take for granted; in fact, we
have got so used to accepting the failure of Utopia that we find it hard to
understand our cultural grandparents, many of whom believed, with the utmost
passion, that its historical destiny was to succeed. The home of the Utopian
impulse was architecture rather than painting or sculpture. Painting can make
us happy, but building is the art we live in; it is the social art par excellence, the carapace of
political fantasy, the exoskeleton of one’s economic dreams. It is also the one
art nobody can escape. One can live quite well (in a material sense) without
painting, music, or cinema, but the life of the roofless is nasty, brutish, and
wet”. Robert Hughes, “The Shock of the New”, Alfred A. Knopf, New York, 2002,
pág. 164.
Si
bien la nueva vestimenta plástica de la obra de Enoc me resultaba foránea, no
así su pathos, el cual afortunadamente
permanecía inalterado; como tampoco había sufrido un ápice el significado
desbordante y pleno; el efecto sobrecogedor de unos lienzos que comunicaban
verdades intemporales y profundas. Con una narrativa abreviada, el artista
había desarrollado una manera muy propia y eficaz para dotar sus referentes de
una textura vaporosa y de insondable misterio. Le había regalado una nueva piel
a sus lienzos, de una apariencia de desintegración paulatina y deterioro, a
través de la cual se escuchaba la voz en forma de eco de unas expresiones
arquitectónicas que, en muchos casos, no lograron culminar las ambiciosas
aspiraciones modernistas de la utopía. Éste es el caso del majestuoso Hotel
Normandie, que permanece en pie resistiendo la “lógica” de los proyectos de su
destrucción, pues la utopía que representa, aunque quizás fallida, no puede
acallar las voces y los ecos de todas esas almas que, a través de esta
legendaria estructura, albergaron sueños de un mejor porvenir. No debe extrañar
que se resista a sucumbir ante la más insensible demolición, una estructura que
fue concebida por un idealista y enamorado ingeniero (Félix Benítez), que no
cejó en su empeño de homenajear a su esposa a través de una edificación que
recreara el imponente trasatlántico (SS Normandie) donde la conoció. El
encargado del diseño de su regalo de amor fue el Arq. Raúl Reichard.
Enoc Pérez, “Someone
else's girlfriend II”,
oleo sobre canvas, 27” x 19”, 2010
Es
justo notar cómo Enoc ha visitado y revisitado el Normandie, expresando en sus
representaciones los diferentes estados de ánimo generados por tan augusto edificio,
en ocasiones proyectando el pensamiento utópico del mismo como si su devenir
histórico no hubiera trastocado la majestuosidad de la hospedería, mas en otras
representaciones se asienta su convicción sobre el fin de la utopía
representada por el elegante edificio.
Si
algo no puede soslayarse en la producción de Enoc y su aproximación a esos
gigantes de concreto y cristal, es que, como buen artista contemporáneo, nos ha
hecho vivir y sentir su obra, tanto plástica como afectivamente. En el primer renglón, el artistaexpresa: “…I want the works to be
discovered as paintings first, not as images of architecture”. Stephen
Wallis, “Painter Enoc Pérez’s Latest Works”, Architectural Digest, 31 de
octubre de 2013. En el segundo renglón, nos ha hecho íntimos partícipes de su
obra para completar el ciclo de la experiencia estética, tal como Marta Traba
entendía debía suceder:
“La
participación del espectador en la obra de arte es una de las condiciones
determinantes de la estética de nuestro siglo. El arte contemporáneo exige el espectador activo, capaz de rehacer la
obra dentro de sí mismo y descifrar a su manera los signos muchas veces oscuros
que ésta le trasmite [sic]. Una estética doble, de reflexión y refracción,
genera esa movilidad, ese dinamismo, y también ese gastarse, ese consumirse y
deteriorarse, que es privativo de nuestra conducta estética”. Marta Traba, “En
el Umbral del Arte Moderno”, Editorial Universitaria, 1973, pág. 35. (Itálicas
en el original)
La
técnica del artista que propició el apego y aceptación del espectador hacia su
obra resultó innovadora. Inspirado en la influyente figura de Andy Warhol, Enoc
identificó aquello que hace a Warhol tan importante y fundamental en la escena
artística neoyorquina, y quiso emularlo. Enoc describe dicha afinidad, y la
influencia en su técnica, en los siguientes términos:
“My method came out of a preoccupation
with creating paintings that would make sense historically (at least in my
mind) with New York painting. When I started to paint in New York, and still
today, I felt that Andy Warhol's paintings were important to artists in New
York. So I thought that if I somehow used printmaking in my process, I could
have some sort of relationship with history. Then I started to make these
drawings and would transfer them to canvas by adding oil paint on the back and
then redrawing them on to the canvas, kind of like carbon paper—a printmaking
process that I still use today. One of the interesting things about the method
is that when layered enough, it produces a sense of decay, like real life. In a
way, it contradicts the sense of optimism that the buildings embody. Or my own
sense of optimism, even. Maybe making paintings today comes through as an act
of optimism since painting has been declared dead almost every year for
decades. And that desire to move forward with it may parallel the aspirations
of this type of architecture”. Mark Byrnes, “Enoc Pérez: The Andy Warhol of
Architecture”, Dwell, 16 de enero de
2013.
Enoc Pérez, Flowers
“Daisies”, Oleo sobre canvas, 16” x 19”, 1998
Enoc
buscaba un valor perdurable en su obra, como concluyó lo había hecho Warhol y,
dentro de la producción de éste, identificó su proceso de imprimir imágenes en
las telas. Advirtió que las capas de pintura empleadas en su proceso de
impresión en el lienzo, producían un efecto de deterioro, tendente a la desmaterialización,
y a la abstracción de la imagen. Creó así un estado de ánimo y una atmósfera de
cierta densidad, dejando una estela de misterio, melancolía o, a un nivel más
visual, el deterioro que el artista reconoce su obra trasluce.
Esta
piel en deterioro que anunciaba el fin de una utopía no se limitó a edificios;
se la confirió también a unos desnudos femeninos que se dibujan y desdibujan
ante nuestros ojos. El ser humano y su albergue se convirtieron uno en el
reflejo del otro. El mismo ser humano
que producía los sueños que saturaban las paredes del edificio, ineluctablemente
experimentaba igual deterioro que éstos, por lo que ambos comparten el nacimiento,
desarrollo y fin de una misma utopía.
Al
repasar la breve pero exquisita muestra que Obra Galería Alegría nos obsequia
en “Enoc Pérez: 20 años de pintura”, apreciamos un fluido transitar de Enoc por
expresiones plásticas multiformes caracterizadas por diferentes niveles de
concreción y desmaterialización de la imagen. Hallamos en ellas un microcosmos
del arte del Siglo XX y Siglo XXI hábil, sensible y armoniosamente amalgamados
por un artista que reconoce sus referentes, se apropia de ellos y los
reconstruye en un lenguaje plástico muy personal, original, de impacto, y muy
de su tiempo.
Enoc Pérez. Guggenheim Bilbao. 74" x 96". 2014
“Guggenheim”
(2014), muestra una sutil, delicada y expresiva representación del icónico
diseño de Frank Gehry, en una contenida explosión de amarillo, marrón, gris y
lila, en un fondo gris, y el etéreo reflejo de la edificación en el cuerpo de
agua frente al edificio. El chorreado y los parchos de color se aferran
tenazmente a nuestra retina; adquieren esa dimensión musical que Kandinsky le
atribuía a los colores; y se alojan en cada intersticio de nuestro ser
sensible. Reconocemos en “Guggenheim” la complicidad con Enoc de Pollock,
Guston, Frankenthaler, Hoffman, Rothko, mas evocamos con claridad también la
imagen de esa plásticamente revolucionaria y atmosférica “Impression Sunrise”,
de Monet, que inspiró el nombre del movimiento impresionista, así como los
sublimes y deliciosamente acallados “Haystacks” del pintor francés.
Por
otro lado, el boceto en grafito de la pintura “Manhattan” (2000),
principalmente sus atractivos cristales y la ambientación de la que la artista
ha dotado el boceto, nos trae a la mente la fina y cautivadora fotografía del
“Poeta de Praga”, Josef Sudek, pero la serenidad y quietud asociadas con la
obra de Sudek no constituyen un valor que comparta el boceto de “Manhattan”. La
vigorosa gestualidad de la pieza dota de una sensación de movimiento a una
escena que ordinariamente asociaríamos con quietud. La energía que emana de la
escena, mas el detalle de la propina colocada sobre un pequeño plato como colofón
a la velada, nos transmite la reverberación de una animada y agradable
conversación de sobremesa, capturando esos objetos supuestamente inanimados la
energía de un Manhattan siempre en movimiento y ebullición.
Percibimos
el poder pictórico de la muy peculiar estética del deterioro de Enoc Pérez en
piezas como la enigmática “Twilight (Crepúsculos)” y la cautivadora y seductora
“Someone else’s girlfriend” (2010). En “Nude in front of mirror”, admiramos la
representación realista de una joven mujer que, al mirarse en el espejo, se
enfrenta a su imagen en distorsión y deterioro. En esta obra, no podemos más
que admirar la estética tradicional del desnudo femenino trabajado de manera
casi mimética, con un aire de clasicismo. Podríamos decir que el artista captura
la utopía del desnudo ideal. La imagen reflejada, sin embargo, es tan hermosa
en su deterioro como la imagen primaria lo es en su integridad, creando una
nueva utopía. Enoc nos hace evocar “Girl in front of mirror”, obra de 1932 de
Picasso, pero con un contraste plástico y emocional más marcado que en la obra
de Picasso.
Enoc Pérez Manhattan Grafito, sobre papel, 22” x 30”, 2000
Sin
duda alguna, Enoc Pérez ha recorrido un trayecto de ensueño en los últimos
veinte (20) años. La utopía anidada en su intelecto y su corazón fue tratada
con el mismo respeto con que los profesionales de la arquitectura le
dispensaron a esas estructuras que aspiraban encerrar y resumirtodo un ideario
de optimismo para concretar una sociedad modernista ideal. El artista, sin
embargo, ha sabido identificar el deterioro de ese ideal utópico y reconocer la
belleza de esa desintegración, identificando y apreciando la estética de lo que
otros verían simplemente como deformación, hallando así una nueva utopía. El
resumen de dos décadas de Enoc en Obra Galería Alegría no pudo haber llegado en
mejor momento. Los avatares y sinsabores que han dejado en nuestro ánimo
colectivo el desmoronamiento y deterioro de esas utopías que tanto tiempo
albergamos como tesoros de incalculable valor, nos obligan a ver estética y
esplendor donde antes no alcanzábamos a advertirlos. Enoc nos ha obligado a
reconocer el final de una utopía y aguardar con esperanza el nacimiento de una
nueva. El artista ha sabido trasladar ese concepto y sentimiento colectivo a la
piel de la tela, y en su gesta ha logrado sacudir nuestras emociones y
mostrarnos que un reciente pasado aciago, así como un efímero presente que una
vez es pensado ya se ha sumado al pasado, no tienen por qué definir nuestro
porvenir.
“Enoc Pérez: 20 años de pintura”, esta expuesta en Obra Galería Alegría. Para más
información, puede comunicarse al (787) 723-3206/3226.
Comentarios
Publicar un comentario