Aproximaciones a la abstracción 3, acrílico sobre tela, 48” x 60”
Por Lic. Luis Cotto Román / Abogado de una firma legal en Puerto Rico, coleccionista y amante del arte.
Hay artistas que, acumulada ya una
larga carrera y, siendo autores de una obra prolífica y de calidad que les ha
agenciado una posición de privilegio en los anales de la historia de las artes
plásticas, optan por poner sus miras en preservar incólume su legado, evitando
rutas atrevidas y desconocidas que pudieran “confundir” a su público y
llevarlos a perder el favor de éste.
Hay
otros, sin embargo que se niegan a descansar en sus laureles y sorber plácidamente
el dulce elixir del triunfo, pues saben que el verdadero artista no puede darse
el lujo de regodearse en la complacencia, pues si así hiciere, el resultado
inevitable sería el anquilosamiento y la fosilización de su arte. No temen que
el proceso de exploración les haga perder la brújula que los llevó en primera
instancia al éxito, pues saben que su faro rector nunca fue la timidez y el
temor paralizante, sino el análisis acucioso y la búsqueda febril de nuevos
modos de expresión que materializaran el variado espectro de sus pensamientos y
emociones. Luis Hernández Cruz pertenece a esta estirpe. Él es de esos artistas
que ha hecho suyo el ideario de ese portaestandarte de la Generación del 98
española, Miguel de Unamuno, cuando expresó: “¿Orientación segura te exigen?
Cualquier punto de la rosa de los vientos que de meta te sirva te excluye a los
demás. Y, ¿sabes acaso lo que hay más allá del horizonte? Explóralo todo, en
todos sentidos, sin orientación fija, que si llegas a conocer tu horizonte
todo, puedes recogerte bien seguro en tu nido”.
Vista de la exposición Luis Hernández Cruz “Obra
Reciente, 2015-2016”
Una
voz interior muy similar a la de Unamuno ha guiado el alma y la ejecución
creativa de este virtuoso de la plástica, pues su producción reciente,
aglutinada en la exquisita muestra “Obra Reciente, 2015-2016”, en Obra Galería Alegría,
anuncia a un artista que, ya cumplidos sus ochenta años, no claudica en su
empeño de continuar explorando lo que hay más allá del horizonte, pues bien sabe
que pasado el umbral de ese horizonte misterioso y enigmático, permanecerán más
revelaciones por descubrir en éste, lo que le impedirá recogerse por el momento
bien seguro en su nido. ¿No sabrá acaso el artista que recogerse bien seguro en
su nido por haber dado por satisfecha la urgencia de la búsqueda, es una forma
de morir? Nos inunda de alegría la resolución tomada por este querido artista
de continuar incesantemente su búsqueda, pues si así no fuera, nos privaríamos
de ser felices testigos de su muestra en “Obra Reciente, 2015-2016”. En esta
exhibición, Hernández Cruz nos comparte fascinantes
paisajes que visita por primera vez, o revisita otros, ya con la experiencia
ganada por los años que se aglutinan en una vida plenamente vivida.
En 2014, fuimos afortunados en
acudir a una exposición individual del artista en Obra Galería Alegría, la cual
podríamos considerar constituyó una breve antología que nos permitió apreciar
las diferentes etapas de su producción. Observamos entonces que la abstracción
lírica de sus inicios y su posterior inclinación hacia lo geométrico, consustanciado
con el espíritu telúrico y pre-hispánico de sus telas y esculturas, fue dando
paso a un modo de ver más retante, en que los referentes de contemplación
comenzaron a ser mediatizados por el filtro de líneas, cuadros y rectángulos. En
2014, advertimos que la geometría presentada ante la consideración del público
a ese momento, en lugar de formar parte intrínseca del objeto último de
contemplación, se convirtió en una cautivadora antesala.
La Flota de Papel, acrílico sobre lienzo, 72”
x 84”
Hernández Cruz nos impactó
decisivamente entonces con unos paisajes pixelados que retaban nuestro modo de
ver, del mismo modo en que el artista ha hecho en cada etapa de su fructífera
carrera. Paisajes urbanos, ciudades del futuro y entornos reales e imaginarios
de encuentro social fueron presentados plásticamente por el artista a través
del filtro de los pixeles de películas y cámaras digitales que han intervenido
irremediablemente en nuestra manera de captar el paisaje en el que coexistimos
y nos relacionamos. La inmediatez de
esta tecnología, y su extendida presencia en nuestra cotidianidad, han alterado
nuestro modo de mirar el mundo que nos rodea, dando paso a una propuesta que
reconoce esta realidad y no pretende luchar contra ella. Los mencionados paisajes, vistos a través del
pixel, la rejilla, las formas cuadriculadas, o cualquiera de sus expresiones
afines, se erigieron como la culminación de una tendencia del artista de hacía
varios años en que fue apaciguando la urgencia del trazo y la sensualidad
táctil de las texturas, optando por destacar el color, la forma geometrizada y
la composición.
Los paisajes que nos ofrece
Hernández Cruz se han enriquecido expresivamente en los últimos dos años,
desplegando todo el esplendor de las variaciones y paletas cromáticas que nos
colocan ante una multiforme manera de ver. Fui el feliz beneficiario de
contemplar la primicia de sus nuevas expresiones plástico-poéticas, que
conformarían “Obra Reciente, 2015-2016”, en su acogedora y hermosa residencia en
Guaynabo en horas de la noche del último día del mes de noviembre de 2016. El artista,
con su acostumbrado y contagioso sentido del humor y la retante conversación
que me presentaba su fino intelecto, repasó conmigo las varias etapas de su
carrera, y me invitó a un esfuerzo conjunto de análisis de la evolución de su
lenguaje plástico hasta llegar a las formidables telas que conforman su muestra
“Obra Reciente, 2015-2016”.
Vista de la exposición Luis Hernández Cruz “Obra
Reciente, 2015-2016”
El reticulado se presenta a veces
más grande; otras, en dimensiones más reducidas. Por momentos, el artista varía
en una misma tela los tamaños del cuadriculado para dotar de dinamismo la
composición y facilitar la lectura y contemplación de la pieza, tal como ocurre
en “La flota de papel”, admirable pieza en que su autor no puede ocultar un
particular orgullo por la elegancia y destreza logradas en el diseño y la
composición final.
En otros momentos, Hernández Cruz
nos presenta el reticulado integrado al objeto final, formando parte de la
misma piel del objeto representado, abandonando el reticulado su función
original de servir de antesala a través de la cual el artista nos invitaba a
ver. Este cuadriculado, en ocasiones más irregular y menos ordenado, esto es,
más orgánico, aparece imbricado con la esfera de la naturaleza terrenal o
celeste que el artista pretenda representar. Una pieza paradigmática de este
estilo es “Aproximación a la abstracción 3”, en que Hernández Cruz traslada el
cuadriculado al paisaje mismo, a modo de parchos irregulares de color, y con
mayor pastosidad, reminiscente de la impronta más informalista de etapas
tempranas de su carrera. De ese modo, lo que era un recurso de asistencia a la
contemplación del referente último, se convierte en parte de la piel del
referente mismo, fungiendo en esta ocasión de antesala unas líneas verticales
paralelas de varios colores.
Figura Geometrizada, acrílico sobre lienzo,
60” x 48"
En lo que personalmente considero un
extraordinario y hermoso ejemplo de la transformación del cuadriculado de su
papel de velo a través del cual se contempla, a formar parte de la piel misma del
objeto que sirve de referente, el artista nos ofrece “Figura geometrizada”. En
esta tela, una figura central
indefinida, que nos evoca esa época de los ochenta en que Hernández Cruz plasmó
en la tela sus “anti-figuras”, se ve circundada por, e imbricada con, un
copioso cuadriculado que se le adhiere cual si fueran escamas. La figura
central, de colores cálidos, que podría parecer una columna de fuego, se ve
apaciguada y refrescada por la serenidad de unos verdes y azules que la cobijan
y arrullan. Es realmente una pieza sublime de extraordinaria belleza y poder
plástico que pone al relieve lo afortunado que es el mundo del arte patrio en
2016 al contar con un artista de sobrados quilates que desde la década del
sesenta nos viene fascinando con sus mágicas telas, y se adentra en el 2016 con
un poder pictórico renovado y original.
Observamos en esta etapa del artista
ciertas obras, como “Cosmos infinito 1” y “Cosmos infinito 2”, en las que el
cuadriculado parece imponerse como el objeto principal de la pieza, no como
parte de la piel de otro referente ni como recurso auxiliar en la contemplación.
En piezas de este tipo, parece suprimirse otra insinuación de referente que no
sea el cuadriculado mismo, pareciéndonos que el artista presenta simbólicamente
el cuadriculado para representar la inmensidad de un universo desconocido e
infinito del que sólo tenemos un atisbo general al contemplar el firmamento en su
plenitud y majestuosidad. El cuadriculado copioso y abrumador pacientemente
plasmado por el artista en la tela, pudiera representar esas pequeñas y
distantes luminiscencias que prometen otros mundos más allá de nuestro
horizonte, imposibilitando el anclaje seguro de nuestras percepciones. Aunque
aparencialmente abstracta, es difícil concebir una representación más realista de
lo que es un cosmos desconocido e inescrutable.
Una observación merece ser
destacada. No obstante la presencia en esta muestra de piezas que parecen
aferrarse a un lenguaje puramente abstracto, siempre vemos en los contornos de
alguna forma creada por el artista, en la orientación horizontal de muchas de
las piezas, o en su paleta, alguna sugerencia de paisaje. Ello no es raro en el
lenguaje hernandezcruziano, pues como
bien observó Federica Palomero en su ensayo “Luis Hernández Cruz: Abstracción
en Libertad”, que formó parte del catálogo de la exposición retrospectiva que
tuvo el artista en 2003 en el Museo de Arte de Puerto Rico, “[p]ersisten los
datos de lo real debajo de la expresión plástica fundamentada en el puro goce
cromático y matérico y esa persistencia de lo real en la imagen liberada de la
representación es un rasgo mayor del arte de Luis Hernández Cruz en casi todas
las etapas de su dilatada producción”. p. 16.
La contemplación por el espectador de
una seductora y cautivadora abstracción o, por el contrario, su frenesí en intentar
descubrir referentes figurativos o realistas en las telas, constituyen
resultados que este artista-filósofo reconoce no están en sus manos, pues una
vez aprehendida en su mente la obra que gravita en el mundo de sus ideas, y elaborada
con sus hábiles manos para traducirla a la materia y exponerla al universo de
lo sensible, la obra toma su propia vida y queda sujeta a cuantas
interpretaciones quieran adjudicarle los espectadores que, en el ejercicio de
su voluntad, le dediquen su tiempo, alma e intelecto a las expresiones creativas
tangibles de este extraordinario artista y traten de descifrar los misterios
que subyacen en sus imponentes y sobrecogedores lienzos.
Aproximaciones a la abstracción 1, acrílico
sobre tela, 48” x 60”
Hernández Cruz, quien no puede
ocultar su admiración hacia el pensamiento del filósofo francés Maurice
Merleau-Ponty, concurre con éste en que la percepción del espectador es el
elemento final que necesariamente completa el proceso de la creación artística.
Según Merleau-Ponty, “….las cosas no son simples objetos neutros que contemplamos; cada una de ellas simboliza para
nosotros cierta conducta, nos la evoca, provoca por nuestra parte reacciones
favorables o desfavorables, y por eso los gustos de un hombre, su carácter, la
actitud que adoptó respecto del mundo y del ser exterior, se leen en los
objetos que escogió para rodearse, en los colores que prefiere, en los paseos
que hace”[1].
Es difícil precisar qué camino
seguirá Hernández Cruz en esta brillante etapa de su carrera, pues cuando nos
aprestamos a identificar lo que consideramos un patrón y, con ello, una etapa,
el artista nos sorprende con expresiones disímiles, sin sacrificar, claro está,
la calidad y la riqueza de cada expresión. Como ya hemos señalado, su obra
juega con retículos que a veces se presentan en toda la frialdad de su
geometrización, como recurso pictórico para ver a través de él otras
realidades. En otras ocasiones, esos retículos adquieren una dimensión de mayor
centralidad dentro de su misma geometrización, como objeto último de
contemplación. En otros momentos, esas figuras geométricas se ablandan y se
aferran a la piel de otro objeto, formando parte de un mismo todo orgánico. Hay
instancias en que el artista las utiliza como recurso poético en su obra, ya
sea como lluvia de estrellas en un cielo representado en su mejor tradición
lírica, o como eco de un rumor, en una alucinante expresión poética a través de
la pintura y las formas.
Vista de la exposición Luis Hernández Cruz “Obra
Reciente, 2015-2016”
Al plantearse el evidente
protagonismo del cuadrado en su obra, Hernández Cruz reflexiona elocuentemente
en su conversación franca y sin artificios, articulando que “…yo interpreto el
mundo al cuadrado. Me interesa el cuadrado como apoyo para expresar el universo
como lo veo”. No es raro que así sea, a juzgar por la pulcritud del entorno
hogareño en el que habita este excepcional artista y donde engendra sus
portentosas y ordenadas piezas. Si analizamos ese sentido del orden y limpieza
como un valor estimable y caro al artista, entendemos mejor su afición hacia el
cuadrado y vemos en Hernández Cruz un ejemplo del ser humano en cuya siquis
resuenan de manera clara y significativa las asociaciones que se derivan de
esta figura geométrica. Sobre la simbología del cuadrado, son muchos los que
entienden que anuncia estabilidad, fundamento, estructura, balance, integridad,
dirección, racionalidad, confiabilidad y, a un nivel más complejo, su entronque
con procesos y estadios definidos en varios órdenes de la vida, como las cuatro
estaciones del año (primavera, verano, otoño e invierno); los cuatro elementos
principales (agua, aire, tierra y fuego); los cuatro puntos cardinales (norte,
sur, este y oeste); y los principales elementos cósmicos (sol, luna, estrellas
y planetas).
En otra variante que se conjuga con
las principalmente geométricas antes discutidas, advertimos cómo el artista
recurre al paisaje y lo nutre de otras formas, con efectivas alusiones a esa
cautivadora etapa de formas telúricas y pre-hispánicas que tan sensiblemente
trabajara a mediados y finales de los setenta, pero ataviadas en 2016 con un
ropaje y una paleta distintos, como es el caso de “Una epifanía”. En dicha
tela, la presentación parece ser muy distinta a la de esa fascinante etapa,
pero nutre esta expresión con esa misma esencia
que nos hizo plantearnos a mediados y finales de los setenta un pasado
en común y una cosmovisión compartida por un Pueblo que reconoce que en gran
medida la clave para viabilizar su mejor porvenir posible reside en su
capacidad de escuchar los ecos de su pasado. “Una epifanía”, de expresión más
orgánica y de singular belleza, presenta una impactante tierra color rojo que
cobija vibrantes figuras evocadoras de su iconografía pre-hispánica y telúrica,
sobre la cual se ve el horizonte y un cielo etéreo de tonalidades que promueven
la serenidad y la imperturbabilidad, no obstante el dinamismo de las formas que
allí flotan. Esta pieza no es mediatizada por cuadriculado alguno ni líneas
verticales ni horizontales paralelas que le sirvan de antesala, como en otros
trabajos. Para Hernández Cruz, quien es amante de la más diversa música
clásica, procurando, cual comprometido artista contemporáneo, valorar las
expresiones también contemporáneas de la música, “Una epifanía” evoca en él la partitura
del ballet “El Rito de la Primavera”, de Igor Stravinsky, controvertible
expresión musical cuyo poder y expresividad singulares, foráneos al lenguaje
musical imperante al momento, resultaron difíciles de asimilar para el público
que acudió a su premiere en el 1913 en el Teatro de París, desencadenándose un
caos y un motín ante tan inesperada
propuesta musical que se apartaba de las estructuras melódicas tradicionales.
“Una epifanía” es para Hernández Cruz una pieza que, similar a “El Rito de la
Primavera”, expresa un poderoso y sensual movimiento de formas y una rica y
cadenciosa danza de color. No hay duda alguna de que sensaciones como ésta sólo
pueden ser expresadas de manera tangible por los talentos más granados y las
almas más profundamente sensibles que saben cómo expresar la plenitud de las
más ricas y multiformes emociones en la materialidad de las formas y los
colores.
Epifanía ,
acrílico sobre tela, 76” x 96”
Otra obra de corte marcadamente
orgánico es “Aproximación a la abstracción 1”, elegante y sutil pieza en que
prevalece un conjunto de formas blancas salpicadas por rojo, negro, verde,
gris, azul, violeta y amarillo mostaza, vistas a través de unas líneas
paralelas verticales en varios colores, similar al recurso utilizado en
“Aproximación a la abstracción 3”, el cual, advertimos, había utilizado en
1994, en su obra “Nubes inmensas”.
Mi recorrido por el alucinante mundo
de formas y colores de Luis Hernández Cruz finalizó en una nota congruente con
ese atributo tan suyo de beber de las diversas y más sublimes fuentes de la
creación humana y del arte. Bastó un comentario entusiasta de mi parte sobre su
colección de vídeos de música clásica para que el próximo paso fuera sentarme con
el artista a deleitarme en la meliflua y a la vez potente voz y, por qué no
admitir, belleza, de la soprano rusa Anna Netrebko en un Casta Diva de ensueño, quien acometiera con seguridad y prestancia
el reto de incursionar en territorio marcado por la inolvidable María Callas.
Compartió conmigo, con profunda emoción, la expresiva e incomparable interpretación
que hiciera el barítono francés Ludovic Tézier de las arias Per me giunto y lo morró, ma lieto in core,
de Don Carlo, de Verdi. Con igual dosis de la admiración que le prodigara a
estos magistrales exponentes del bel
canto y la ópera, Hernández Cruz no dejaba de articular su más profunda
admiración y deleite al contemplar el magistral diseño del escenario de ese
memorable encuentro musical: el Festival de Teatro de Baden-Baden, que expone
las delicias de su diseño al público desde 1998 combinando pasado y futuro en
una expresión arquitectónica de incomparable belleza, ejemplo de lo cual es la
incorporación de la antigua estación de ferrocarril del pueblo al diseño del
vestibulo del teatro.
Me despedí del artista, agradecido
de haberme convidado a degustar un delicioso manjar de pintura y música; sus
recuerdos mejor atesorados; y la revelación de sus amores más profundos.
Participé junto a él de su feliz encuentro en Venecia con Octavio Paz; sus
conversaciones y amistad con Nilita Vientós Gastón, Damián Bayón y Fernando De
Szyszlo. Me permitió apreciar, además, el amor que le prodiga a sus hijos y el
profundo orgullo que siente por ellos y lo que han logrado en sus vidas. Me
transmitió la energía de su apreciación
de la belleza de lo cotidiano y conocido de la vida; pero también sus
inquietudes por conocer los misterios de ese universo que trata de descifrar a
través de su arte. Abandoné su hogar con la profunda convicción de que, si algo
nos demuestra la producción que conforma “Obra Reciente, 2015-2016”, es que
Hernández Cruz parece estar muy lejos de decir su última palabra en la
plástica, pues su expresión creativa se ha ampliado con sus vivencias y con ese
espíritu de búsqueda y exploración que niega a sofocar por algún temor a
expresar ideas plásticas que pudiéramos juzgar carentes de la magia de antaño.
Con profunda satisfacción y honestidad, es mi sentir que el encanto y el poder
de su obra no han sufrido un ápice en esta nueva etapa, y que somos afortunados
testigos de otro capítulo memorable en la admirable carrera de este
pintor-amigo que sabe muy bien que su horizonte creativo es tan amplio que,
intentar recogerse bien seguro en su nido, le privaría de remontar ese vuelo
del que los genios creativos más fecundos pueden regresar con una visión
renovada y con el obsequio al espectador de nuevos modos de ver y sentir.
“Obra Reciente,
2015-2016” de Luis Hernández Cruz, estará expuesta hasta mediados del mes de
enero de 2017 en Obra Galería Alegría. Para mayor información, puede
comunicarse al (787) 723-3206/3226.
[1] Maurice Merleau-Ponty, El Mundo
de la Percepción, Siete Conferencias, Fondo de Cultura Económica, S.A.,
Primera edición en español, 2003 (Traducidas de “conversaciones” dictadas por
Merleau-Ponty para su difusión en la radio en 1948, pág. 30 (Itálicas en el
original)
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